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A pesar de partir de una historia que parece demasiado genérica, esta producción española ambientada en Colombia tiene mucho para ofrecer.
A primera vista, si nos dejamos guiar por su trailer, Perdida parece reunir todos los lugares comunes de telenovela hispanoamericana: narcotraficantes, drama carcelario y la angustia de un padre por su hija desaparecida. Pero la nueva apuesta de Netflixtiene suficiente sustancia propia para convertirse en un nuevo exponente de su género. Y de hecho, apela a todas nuestros preconcepciones para desafiar las expectativas, subvirtiendo roles y convenciones de este tipo de narrativas, con un guion ingenioso que ya desde los primeros episodios deja claro que no estamos ante otra serie del montón.
Emitida inicialmente en la cadena española Antena 3 en enero de este año, Perdida es una producción internacional filmada entre España (Valencia) y Colombia (Bogotá), que tuvo un éxito moderado en su país de origen. Con una modesta campaña de marketing que no supo explotar las fortalezas de la serie, no terminó de levantar vuelo en la televisión abierta. Pero ahora el servicio de streaming le brinda una plataforma internacional para convertirse quizás en el próximo gran fenómeno de la N roja, como lo fueron en su momento La Casa de Papel y Vis a Vis.
Todo comienza con una toma aérea de la ciudad de Bogotá, que nos sumerge en una lujosa habitación de hotel donde el protagonista Antonio Santos (Daniel Grao) se prepara para lo que vendrá. Notablemente nervioso, ingiere unas pastillas de cocaína y se viste de punta en blanco para dirigirse, valija en mano, al imponente aeropuerto El Dorado. Los nervios quedan atrás y abren paso a una calculada, aunque desconcertante, estrategia que parece salida de un típico caso de Alerta Aeropuerto. La cámara sigue de cerca a nuestro protagonista, acompañando con gran pulso la acción, para terminar en el inevitable arresto de Santos.
En otra habitación de hotel al otro lado de la ciudad, conocemos a Angelita (Adriana Paz) mientras se viste después de un encuentro sexual con un hombre mayor. Todavía no sabemos a qué se dedica ni por qué, pero a lo largo del episodio descubriremos el papel fundamental que jugará en la vida del protagonista a partir de ahora. Su excelente presentación de personaje es suficiente para intuir que se trata de una mujer decidida y con grandes capacidades de deducción, y durante la primera parte de la serie la información sobre ella se entrega al espectador en cuotas que le permiten rellenar los vacíos, solo para subvertir las expectativas a la escena siguiente.
Mientras Santos termina en la cárcel, mostrando una renovada calma incompatible con su situación, Angelita llega hasta él para convertirse en su abogada defensora. Con nuestros dos personajes principales conectados por los fortuitos acontecimientos, es momento de conocer un poco más sobre el pasado del protagonista y aquello que lo llevó a tomar tan inconvenientes decisiones. Los flashbacks de sus recuerdos, que intuyen la tragedia que da título a la serie, van alternando con las escenas del presente y la acción avanza con velocidad y ritmo impecables, mientras la serie hace uso de todos los recursos a su disposición para ponernos en contexto.
Si hay una convención a la que no escapa Perdida es la de utilizar una paleta de intensos colores cálidos para retratar Latinoamérica, donde queda en evidencia la mirada eurocentrista de sus autores. Tal vez podemos culpar a Steven Soderbergh y su retrato amarillo en la línea argumental de Benicio Del Toro en Traffic (2000), pero tanto el cine como la televisión se han encargado de reproducir este recurso hasta el hartazgo. Más allá de ese cliché y unas cuantas situaciones demasiadas veces vistas, la serie se las arregla para levantar vuelo a fuerza de ingeniosos recursos narrativos y una buena factura técnica.
Las series que demandan atención con carga emocional importante están en peligro de extinción en los canales tradiciones de televisión abierta.
El actor Daniel Grao, que viene de consagrarse como un "chico Almodóvar" en Julieta (2016), lamenta la poca atención que recibió Perdida por parte del público y la prensa en su país de origen. Pero solo hace falta darle una oportunidad al primer episodio para encontrar una serie bien escrita, con una producción cuidada y personajes que se elevan por encima de los estándares para este tipo de historias.
Es posible que su nombre genérico le juegue en contra, teniendo en cuenta especialmente que la semana pasada estrenó La Corazonada, la primera película argentina de Netflix que funciona como precuela de Perdida (2018), con Luisana Lopilato. Y que además se encuentra en la plataforma Gone Girl (2014) de David Fincher, cuyo título local también se traduce como Perdida. Pero vale la pena sortear los obstáculos del catálogo para descubrir una nueva serie con mucho para ofrecer.
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